lunes, 18 de mayo de 2009

SIRENAS


Este era un pueblo de pescadores... Pacifico,con una gran bahía y clima tropical.Sus habitantes, en su gran mayoría vivían de la pesca y Fermin, era un viejo pescador...Ya tenia ochenta años, su vitalidad se había quedado atrás, pero siguió adelante, después de todo no era tan necesaria, el tenia su experiencia y con ella todo siempre había sido posible.
Aquella mañana y como todas las mañanas, Fermin, tomo su bote, cargo su equipo de pescar y se hecho a la mar, sus manos curtidas y resquebrajadas por el tiempo, empuñaron aquellos pesados remos que penetrando el agua, impulsaban esa barca hacia un destino que aquel viejo pescador, no iba a imaginar jamas...
Ese día sin saber porque, se adentro mas que nunca en la búsqueda de su bien preciado tesoro...Esa mercancía era el sustento que llevaría al volver, al mercado donde podría venderla y así conseguir el dinero con el que seguramente, compraria las provisiones diarias para vivir...
Su mujer, anciana ella también, lo esperaba siempre con la mesa tendida y la cena preparada, vivían solos, sus hijos, se habían ido ya hace años a probar suerte a la gran ciudad, por falta de futuro en aquel paradisiaco, pero solitario lugar.
El tiempo había pasado, la tarde, ya empezaba a caer con el sol en el horizonte y Fermin, no había tenido mucha suerte. El mar empezaba a embravecerse y el bote se bamboleaba ya demasiado... El viejo pescador, emprendió la vuelta sin percatarse, que la baja mar ya había empezado su retirada, remaba y remaba, pero el océano se lo llevaba cada vez mas lejos; la situación era muy complicada ya, poco a poco iba tomando conciencia, que era en vano seguir remando y que el mar lo arrastraría hacia adentro poco a poco.
La noche se presento inexorablemente y la costa ya no se vio mas.Todo al rededor era horizonte, ya no se sabia hacia donde había que ir... El miedo se hizo entonces de aquel hombre, que desorientado por completo empezó a desesperarse.¡ Que hacer!, si las nubes, cual manto de invidencia, tapaban las estrellas que eran su único referente para poder regresar; y como si faltara algo, una garua copiosa empezaba a mojar la cara de aquel individuo, que mezclando sus lágrimas de angustia, con las gotas de lluvia, sumaba desesperación a su impotencia de no poder hacer mas...
De pronto e increíblemente... El mar se calmo, la lluvia paro y las nubes se esfumaron, las estrellas aparecieron de repente y una luna llena alumbraba por completo ese lugar.
De todos modos, perdido en esa tremenda inmensidad, el viejo pescador sabia que la voracidad del océano lo devoraría y que el destino, cómplice de tamaña tragedia, se iría con el ya sin nunca mas poder regresar.
Sin fuerzas ya para remar, solo podía pensar... y entre mil pensamientos se presento su mujer Aida, su compañera de toda la vida. Fue tan fuerte la idea y tan loable el sentimiento, que una paz inconmensurable se hizo presente allí... y en medio de ese proceso, lo mágico empezó a suceder...
Unos coros, que emitidos por unas voces femeninamente interpretadas, se oían cada vez mas cerca... Eran dulces, sensuales y orgasmicas... Llevaron a Fermin a un estado hipnótico y embriagador; una a una empezaron a aparecer, enderredor de ese bote que naufragaba irremediablemente... ¡Eran Sirenas!, mujeres increíblemente hermosas con sus melenas mojadas, sus cuerpos desnudos, sus pechos asomando como queriendo proteger a ese ser indefenso, cual niño que quiere ser amamantado.

Se mantenían a flote, con la mitad inferior de sus anatomías, en formas de peces plateados y dorados, que en contraste con la luz de la luna, brillaban como encendidas.
Increíblemente, la barca de Fermin, empezaba a moverse cada vez con mas vigor ahora y se dirigía hacia donde se habían agrupado, aquellas siete Sirenas, que lo guiaban con sus imponentes cantos corales, sobre aquella majestuosa calma marina.
El viejo pescador, cayó en un sueño profundamente hipnotizador, que de tan profundo se perdío en el, cada vez se hundía mas y mas, la sensación también aumentaba en placer, hasta que de pronto...Despertó. Su bote, estaba encallado en la playa, la misma playa, de donde había salido varios días antes; pero nadie esta vez estaba allí.
Bajo de su barca y apresuradamente se dirigió a su casa, ya llegando a ella el asombro fue inmenso, todo estaba desierto, deshabitado... Decidió salir y cuando llego a la acera, observo sorprendido algo, que revelo su incógnita de inmediato.
Un cortejo fúnebre, pasaba al mismo tiempo que el salia por ese lugar, en el cartel identificatorio del auto que llevaba el féretro, decía Aida Flores... Era su mujer.
La alegría que portaba, por haber regresado de aquella terrible y apasionante experiencia, se transformo en una angustia tortuosa, al descubrir tamaña realidad... El síndrome del corazón roto, había anidado en aquella mujer, que murió de tristeza por no poder ver regresar, a su compañero de toda la vida... Inmediatamente y sin mas fue tras aquel cortejo, pero a poco tiempo, el viejo pescador, no sabiendo como ni por que, en un giro, empezó a caminar desconsoladamente y sin rumbo, despegándose de aquella caravana.Sin haber transcurrido mucho tiempo, llego a la playa donde su barca siempre lo había esperado, un instinto muy fuerte entonces, hizo que se subiera al bote y empezara a remar, cada vez con mas fuerzas mar adentro. Remo y remo sin parar por horas, la playa ya no se veía. Era de noche ya y nuevamente la luna encendida, iluminaba aquel lugar al que sin saber porque,Fermin había llegado...La magia entonces, se presento una vez mas, eran esas siete Sirenas las que se acercaban con sus coros de dulces acordes, pero esta vez, la sorpresa fue mayor... Traían con ellas a su mujer Aida, depositándola muy suavemente en su barca junto a el...Ya juntos, Fermin y Aida se fundieron en una mirada profunda... El amor era tan intenso, como inmenso era ese lugar y la comprensión de que ambos habían llegado a su morada eterna, se hizo en ellos. Aquel seria su nuevo mundo... Donde el viejo pescador y su mujer, compartirían toda la eternidad, envueltos en plácidas y armoniosas melodías, que eternamente les regalarían sus, siete Sirenas...

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